Thursday, November 8, 2007

Simbolo de la Asamblea Apostolica U.S.A


Misión
La Mision de la Asamblea Apostólica de la Fe en Cristo Jesús es cumplir con la gran comisión, predicando el evangelio del Señor Jesucristo a todas las naciones, enseñando que el Señor Jesús es el único Dios verdadero que hizo los cielos y la tierra.(Colonsences 1:15-17). El Señor Jesucristo es la piedra del ángulo y en él está basado todo el plan de salvación. (Salmos 118:22; Isaias 28:16; Efesios 2:20)

Simbolo de la Iglesia Apostolica en Mexico



Propósito de la IAFCJ
Ser una Iglesia pentecostal, sana y con propósito de Excelencia Misionológica, Personal, Administrativa y de Espacios de Reunión, para glorificar a nuestro gran Dios y Salvador, Jesucristo.

Wednesday, November 7, 2007

Esta es mi muchachita "Abby"


Mi muchachito "Christian"


La doctrina apostolica

IGLESIA APOSTÓLICA DE LA FE EN CRISTO JESÚS

ASAMBLEA APOSTOLICA DE LA FE EN CRISTO JESUS

PRINCIPIOS DOCTRINALES
Estos son los principios doctrinales que cree y enseña la Iglesia Apostólica de la Fe en
Cristo Jesús, y la Asamblea Apostolica de la fe en Cristo Jesus:

UNICIDAD DIVINA

1. Dios
2. Jesucristo
3. Espíritu Santo
4. Resurrección de Jesucristo

DE LA INSTITUCIÓN
5. La Iglesia
6. La Iglesia y el Estado
7. Servicio Militar
8. Sistema Económico de la Iglesia.

SACRAMENTOS, PRERROGATIVAS Y REQUERIMIENTOS
9. Cuerpo Ministerial
10. Bautismo
11. Comunión
12. Matrimonio
13. Sanidad Divina
14. Santidad
15. Pecado de Muerte.

ESCATOLOGÍA
16. Resurrección de Justos e Injustos
17. Recogimiento de la Iglesia y el Milenio
18. Juicio Final

1. DIOS.
Creemos que hay un solo Dios que se ha manifestado al mundo en distintas formas a
través de las edades y que especialmente se ha revelado como Padre en la creación del
universo, como Hijo en la redención de la humanidad y como Espíritu Santo
derramándose en los corazones de los creyentes.
Este Dios es el creador de todo lo que existe, sea visible o invisible, eterno, infinito en
poder, Santo en su naturaleza, atributos y propósitos y poseyendo una Divinidad
absoluta e indivisible; es infinito en su inmensidad, inconcebible en su modo de ser e
indescriptible en su esencia; conocido completamente sólo por sí mismo, porque una
mente infinita sólo ella puede comprenderse a sí misma. No tiene cuerpo ni partes y por
lo tanto está libre de todas las limitaciones.

“El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es”
(Deuteronomio 6:4; Marcos 12:29). “Para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios...” (1
Corintios 8:5).

2. JESUCRISTO.
Creemos que Jesucristo nació milagrosamente del vientre de la virgen María, por obra
del Espíritu Santo, y que al mismo tiempo es el único y verdadero Dios (Romanos 9:5; 1
Juan 5:20). El mismo Dios del Antiguo Testamento tomó forma humana (Isaías 60:1-3).
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros...” (Juan 1:14). “E
indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne,
justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el
mundo, recibido arriba en gloria” (1 Timoteo 3:16).
Creemos que en Jesucristo se mezclaron en una forma perfecta e incompresible los
atributos divinos y la naturaleza humana. Por parte de María, en cuyo vientre tomó forma
de hombre, era humano; por parte del Espíritu Santo, que fue el que lo engendró en
María, era divino; por eso se llama Hijo de Dios e Hijo de hombre. Por lo tanto, creemos
que Jesucristo es Dios y que "en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”
(Colosenses 2:9), y que la Biblia da a conocer todos los atributos: es Padre Eterno, a la
vez que es un niño que nos es nacido (Isaías 9:6); es creador de todo (Isaías 45:18;
Colosenses 1:16,17); hace maravillas como Dios Todopoderoso (Salmos 86:10; Lucas
5:24-26); tiene potestad sobre el mar (Salmos 107:29, 30; Marcos 4:37-39); es el mismo
siempre (Salmos 102:27; Hebreos 13:8).

3. ESPÍRITU SANTO.
Creemos en el bautismo del Espíritu Santo, prometido por Dios en el Antiguo Testamento
y derramado después de la glorificación del Señor Jesucristo, que es quien lo envía (Joel
2:28, 29; Juan 7:37-39; 14:16-26; Hechos 2:1-4).
Creemos, además, que la demostración de que una persona ha sido bautizada con el
Espíritu Santo, son las nuevas lenguas o idiomas en que el creyente puede hablar, y que
esta señal es también para nuestro tiempo.

Creemos también, que el Espíritu Santo es potencia que permite testificar de Cristo
(Hechos 1:8), y que sirve para la formación de un carácter cristiano más agradable a
Dios (Gálatas 5:22-25). El mismo Espíritu da dones a los hombres, que sirven para la
edificación de la iglesia (Romanos12:6-8; 1 Corintios 12:1-12; Efesios 4:7-13), pero no
aceptamos que haya en ningún hombre la facultad de impartir a otro algún don, pues
“todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular
como él quiere“ (1 Corintios 12:11) y "a cada uno... fue dada la gracia conforme a la
medida del don de Cristo” (Efesios 4:7).
Todos los miembros de la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, deben buscar el
Espíritu Santo y tratar de vivir constantemente en el Espíritu, como lo recomienda la
Palabra de Dios (Romanos 8:5-16; Efesios 5:18; Colosenses 3:5).

4. RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO.
Creemos en la resurrección literal de nuestro Señor Jesucristo que se efectuó al tercer
día de su muerte, como lo relatan los evangelistas (Mateo 28:1-10; Marcos 16:1-20;
Lucas 24:1-12, 36-44; Juan 20:1-18). Esta resurrección había sido anunciada por los
profetas (Isaías 53:12) y es necesaria para nuestra esperanza y justificación (Romanos
4:25; 1 Corintios 15:20).

5. LA IGLESIA.
Creemos que la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo es una, universal e indivisible,
formada por todos los hombres, sin distinción de nacionalidad, idioma y cultura, que
hayan aceptado a nuestro Señor Jesucristo como Salvador y hayan sido bautizados en
agua por inmersión en su nombre (Mateo 28:19; Hechos 2:38; 8:16; 10:48; 19:5;
Romanos 6:1-4; Colosenses 2:12), crean en el bautismo en el Espíritu Santo (Hechos
1:5; 2:1-4), vivan separados de la práctica del pecado, y perseveren sirviendo al Señor
(Mateo 24:13; Romanos 2:7; 6:11-13; Efesios. 4:22-32; 5:1-11). Los vínculos que unen a
los miembros de la Iglesia son el amor de Dios y la fe cristocéntrica comunes, y su
estandarte o bandera es el nombre de Jesucristo, ante cuyo emblema marcha
gallardamente la Iglesia imponente como ejército en orden (Cantares 6:10).

6. LA IGLESIA Y EL ESTADO.
Creemos en la separación del Estado y la Iglesia, y que ninguno debe intervenir en los
asuntos internos del otro, pues aquí se cumple el precepto bíblico de dar lo que es de
César a César y lo que es de Dios a Dios (Mateo 12:17). Los miembros de la Iglesia
deben tomar participación en actividades cívicas de acuerdo con su capacidad e
inclinaciones políticas, pero siempre reflejando sus ideas personales y no las de la
Iglesia, que siempre es neutral y tiene cabida para los hombres de todos los credos
políticos. Al mismo tiempo, todos los miembros de la Iglesia deben obedecer las
autoridades civiles y todas las leyes y disposiciones que de ellas emanen, siempre que
no contradiga sus principios religiosos o los obliguen a hacer cosas en contra de su
conciencia (Romanos 13:1-7).

7. SERVICIO MILITAR.
La Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús reconoce el gobierno humano como de
ordenación divina (Romanos 13:1, 2) y al hacerlo así, exhorta a sus miembros a que
afirmen su lealtad a su patria. Siendo discípulos del Señor Jesucristo, es deber de todo
cristiano obedecer sus preceptos y mandamientos que enseñan como sigue: “No
resistáis al que es malo” (Mateo 5:39), “Seguid la paz con todos” (Hebreos 12:14).
También lo que se nos dice en Mateo 26:52, Romanos 12:19, Santiago 5:6 y Apocalipsis
13:10. Por estas Escrituras, se cree y se interpreta que los seguidores de nuestro Señor
Jesucristo no deben destruir propiedades ajenas o quitar vidas humanas.
Se considera un pecado que, después de haber recibido el conocimiento de la verdad,
haber sido perdonados de todos los pecados y haber sido hechos nuevas criaturas en
Cristo Jesús, participar en acciones y actos diferentes a aquellos recomendados por la
divina Palabra de Dios (Hebreos 6:4-9; 10:26, 27).
Por lo tanto, todos los miembros son exhortados a responder voluntaria y libremente al
llamado de su gobierno, en tiempo de paz o de guerra, y prestar servicio en todas las
capacidades no combatientes. La doctrina enseña que se ore por que tengamos siempre
hombres de Dios como gobernantes, y orar por ellos para que tengan siempre guianza
divina para que, como naciones, seamos guardados fuera de la guerra, con honor, y vivir
en paz continuamente (1 Timoteo 2:1-3).

8. SISTEMA ECONÓMICO DE LA IGLESIA.
Creemos que el sistema que la Biblia enseña para la obtención de fondos necesarios
para el cumplimiento de la misión de la Iglesia, es el de diezmos y ofrendas, y que debe
ser practicado por ministros y laicos igualmente (Génesis 28:22; Malaquías 3:10; Mateo
23:23; Lucas 6:38; Hechos 11:27-30; 1 Corintios 9:3-15; 16:1, 2; 2 Corintios 8:1-16; 9:6-
12; 11:7-9; Gálatas 6:6-10; Filipenses 4:10-12, 15-19; 1 Timoteo 5:17, 18; Hebreos
13:16).
Sabiendo que la obra de Dios no tan sólo abarca el aspecto espiritual sino también el
material, creemos que es necesario reglamentar la manera en que se adquieran y
distribuyan los fondos necesarios para responder a las necesidades materiales de la
Obra.

9. CUERPO MINISTERIAL.
Creemos que para el desempeño del ministerio oficial de la Iglesia, Dios llama a cada
persona, y que el Espíritu Santo confiere a cada ministro la facultad de servir a la Iglesia
en distintas capacidades y con distintos dones, cuyas manifestaciones son todas para
edificación del cuerpo de Cristo (Romanos 12:6-8; 1 Corintios 12:5-11; Efesios 4:11, 12).
Creemos también que, aunque el llamamiento al ministerio es de origen divino, la
Palabra de Dios contiene suficientes enseñanzas sobre los requisitos que debe llenar la
persona que va a servir en el ministerio y que corresponde a los gobiernos eclesiásticos
organizados examinar a los candidatos al ministerio y determinar cuándo son dignos de
aprobación y la tarea a que se deban dedicar (Hechos 1:23-26; 6:1-3; 1 Timoteo 3:1-10;
4:14; 5:22; Tito:5-9).
Creemos, además, que el Espíritu Santo usa al ministro en distintas formas, según las
necesidades de la obra de Dios y la capacidad y disposición personal del ministro. Nadie
puede ser colocado en una posición más elevada que aquella a que se haga merecedor
(Romanos 12:3; 1 Timoteo 3:13).
Creemos que el obispado es el cargo más elevado en el ministerio y que a quienes lo
ocupan se les debe dar muestras especiales, consideraciones y respeto, sin menoscabo
de los que ocupan posiciones de menor responsabilidad.

10. BAUTISMO.
Creemos en el bautismo en agua, por inmersión y en el nombre de Jesucristo, el cual
debe ser administrado por un ministro ordenado. El bautismo debe ser por inmersión,
porque sólo así se representa la muerte del hombre al pecado, que debe ser semejante a
la muerte de Cristo (Romanos 6:1-5), y en el nombre de Jesucristo, porque esta es la
forma en que los apóstoles y ministros bautizaron en la edad primitiva de la Iglesia,
según lo prueban las Sagradas Escrituras (Hechos 2:38; 8:16; 10:48; 19:5; 22:16).

11. COMUNIÓN (SANTA CENA).
Creemos en la práctica literal de la Cena del Señor, que él mismo instituyó (Mateo 26:26-
29; Marcos 14:22-25; Lucas 22:15-20; 1 Corintios 11:22-31).
En esta ordenanza se debe usar pan sin levadura, que representa el cuerpo sin pecado
de nuestro Señor Jesucristo, y vino, sin fermentar, que representa la sangre de Cristo,
que consumó nuestra redención.
El objeto de esta ceremonia es conmemorar la muerte de nuestro Señor Jesucristo y
anunciar que un día regresará al mundo, y al mismo tiempo para dar testimonio de la
comunión que existe entre los creyentes. Ninguna persona debe participar de este acto si
no es miembro fiel de la Iglesia y está en plena comunión, pues al hacerlo sin cumplir
estas condiciones, no podrá discernir el cuerpo del Señor (1 Corintios 10:15-17; 11:27,
28; 2 Corintios 13:5).
El Señor, al terminar de tomar la cena con sus apóstoles celebró un acto que de
momento los maravilló, y que fue el lavatorio de pies. Al terminar este acto, el maestro
explicó a sus discípulos el significado de él, y les recomendó que se lavasen los pies los
unos a los otros. La Iglesia practica este acto en combinación con la Cena del Señor o
indistintamente, como un acto de humildad y confraternidad cristiana (1 Timoteo 5.10).

12. MATRIMONIO.
Creemos que el matrimonio es sagrado, pues fue establecido desde el principio y es
honroso en todos (Génesis 2:21-24; Mateo 19:1-5; Hebreos 13:4). Los matrimonios
deben verificarse de acuerdo con las leyes de los países respectivos y luego
solemnizarse en la iglesia según la práctica aprobada. Las parejas que no hayan
legalizado su unión y desean bautizarse, deben cumplir primeramente con los requisitos
de las leyes civiles.
Creemos que el matrimonio es una unión que debe perdurar mientras viven los dos
cónyuges. Al morir uno de ellos, el otro está libre para casarse, y no peca, si lo hace en
el Señor (Romanos 7:1-3; 1 Corintios 7:39).
Creemos, además, que los matrimonios deben verificarse exclusivamente entre los
miembros fieles. Ningún ministro deberá casar a un miembro de la iglesia con una
persona inconversa. Los miembros que estando en plena comunión, y se casaren con
una persona inconversa, deberán ser juzgados por los pastores.

13. SANIDAD DIVINA.
Creemos que Dios tiene poder para sanar todas las enfermedades, si así es su voluntad,
y que la sanidad divina es un resultado del sacrificio de Cristo, pues él llevó nuestras
enfermedades y sufrió nuestros dolores (Isaías 53:4).
La sanidad se efectúa por una combinación de la fe del creyente y el poder del nombre
de Jesucristo que se invoca sobre el enfermo. El Señor Jesucristo prometió que los que
creyeran en su nombre pondrían las manos sobre los enfermos, y éstos sanarían
(Marcos 16:18). Los enfermos deben ser ungidos con aceite en el nombre de Jesucristo
por ministros ordenados para que el Señor cumpla sus promesas (Salmos 103:1-4;
Lucas 9:1-3; Juan 14:13; 1 Corintios 12:9; Santiago 5:14-16).
Creemos que la sanidad divina se obtiene por la fe, y que en caso de que algún hermano
tenga necesidad de someterse a los cuidados y ministraciones de la ciencia médica, los
demás no deben criticarlo, sino considerarse a sí mismos y guardarse de encontrar
condenación con lo que ellos mismos aprueban (Romanos 14:22). Recomendamos que
los miembros y ministros se abstengan de lanzar críticas indebidas a la ciencia médica,
cuyos adelantos nadie puede negar, y que se originan en la habilidad que Dios ha dado a
los hombres para ir descubriendo los secretos del funcionamiento del organismo
humano. Al mismo tiempo, los exhortamos a que no se opongan a las campañas de
higiene, vacunación y limpieza que sean iniciadas por el gobierno, sino que, por el
contrario, colaboren decididamente en los lugares donde sea posible.

14. SANTIDAD.
Creemos que todos los miembros del cuerpo de Cristo deben ser santos, es decir,
apartados del pecado y consagrados al servicio de Dios. Por esta razón deben
abstenerse de practicar toda clase de diversiones malsanas e inmundicias de carne y de
espíritu (Levítico 19:2; 2 Corintios 7:1; Efesios 5:26, 27; 1 Tesalonicenses 4:3, 4; 2
Timoteo 2:21; Hebreos 12:14; 1 Pedro 1:16).
Sin embargo, en la práctica de la santidad, creemos que debe evitarse toda clase de
extremismos, ascetismos y privaciones que tienen “…cierta reputación de sabiduría en
culto voluntario, en humildad y en duro trato de la carne; …la cual es sombra de lo que
ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo" (Colosenses 2:23, 17). En lo que respecta a
alimentos, sabiendo que “todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se
toma con acción de gracias” (1 Timoteo 4:4).

15. PECADO DE MUERTE.
Creemos, a la luz de la Palabra de Dios, que hay pecado de muerte, y que si éste es
cometido en los términos que expresa la misma Biblia, se pierde el derecho a la
salvación (Mateo 12:31, 32; Romanos 6:23; Hebreos 10:26, 27; 1 Juan 5:16, 17). Por
tanto, recomendamos que todos los fieles se abstengan de dar oído a doctrinas en que
se promete seguridad eterna al cristiano sin importar su conducta, y la idea de que “una
vez salvo, siempre salvo”, pues la Biblia enseña que es posible ser reprobado, y se
necesita ser fiel hasta el fin (Romanos 2:6-10; 1 Corintios 9:26, 27).

16. RESURRECCIÓN DE JUSTOS E INJUSTOS.
Creemos que habrá una resurrección literal de los muertos en el Señor, en la cual serán
revestidos con un cuerpo glorificado y espiritual, con el cual vivirán para siempre en la
presencia del Señor (Job 19:25-27; Salmos 17:15; Juan 5:29; Hechos 24:15; 1 Corintios
15:35-54; 1 Tesalonicenses 4:16).
Los cristianos que estén en pie en el momento en que el Señor recoja a su Iglesia serán
igualmente transformados y así irán a estar con el Señor por siempre en gloria (1
Corintios 15:51, 52; 1 Tesalonicenses 4:18).
Creemos, también, que habrá resurrección de injustos, pero éstos despertarán del sueño
de la tumba para ser juzgados y oír la sentencia que los harán herederos del fuego
eterno (Daniel 12:2; Mateo 25:26; Marcos 9:44; Juan 5:29; Apocalipsis 20:12-15).

17. RECOGIMIENTO DE LA IGLESIA Y EL MILENIO.
Creemos que la Iglesia, compuesta de los muertos en el Señor y los fieles que estén
sobre la tierra en el momento del rapto, será levantada para ir a encontrar a su Señor en
los aires y participar en las bodas del Cordero. Después vendrá con el Señor a la tierra
para hacer el juicio de las naciones y reinar con Cristo mil años. Este período será
precedido por la Gran Tribulación y la batalla de Armagedón, a la cual dará fin el Señor
cuando descienda sobre el monte de los Olivos con todos sus santos (Isaías 65:17-25;
Daniel 7:27: Miqueas 4:1-3; Zacarías 14:1-6; Mateo 5:5; Romanos 11:25-27; 1 Corintios
15:51-54; Filipenses 3:20, 21; 1 Tesalonicenses 4:13-17; Apocalipsis 20:1-5).

18. JUICIO FINAL.
Creemos que hay un juicio preparado en el cual participarán todos los hombres que
hayan muerto sin Cristo y los que estén sobre la tierra en el tiempo de su verificación.
Este juicio se efectuará al final del Milenio, y también se conoce con el nombre de Juicio
del Trono Blanco. La Iglesia no será juzgada en esta ocasión, sino que ella misma
intervendrá en el juicio que se haga a todos los hombres de acuerdo con lo que está
escrito en los libros que Dios tiene preparados. Al terminarse este juicio, los cielos y la
tierra que hoy existen serán renovados por fuego, y los fieles habitarán en la Nueva
Jerusalén. La dispensación cristiana habrá terminado y entonces Dios volverá a hacer
todas las cosas en todos (Daniel 7:8-10, 14-18; 1 Corintios 6:2, 3; Romanos 2:16; 14:10;
Apocalipsis 20:11-15; 21:1-6).